

En muchos círculos cristianos existe la creencia de que es imposible para un verdadero creyente deprimirse a menos que esté en pecado, tenga falta de fe o falta de conocimiento bíblico. Sin embargo, el estudio de la Biblia demuestra que esto no es cierto. Numerosos profetas y hombres de Dios se deprimieron: algunos por su propio pecado (como David), y otros por el pecado del pueblo (como Moisés). Jeremías se entristeció cuando el Señor le reveló lo que le pasaría al pueblo judío… ¡Incluso Jesús lloró!

